"Un día sin reír es un día perdido" Charlie Chaplin
La vez que le dije “te amo”... al número equivocado
Todo empezó un martes cualquiera, de esos en los que sientes
que estás a punto de vivir algo épico. Yo estaba en pleno flechazo romántico
con alguien que conocí en el gimnasio (sí, justo cuando fui una sola vez y
nunca más volví). Después de semanas de mensajes intensos, playlists
compartidas, y memes con indirectas nivel “me caso mañana”, decidí dar el gran
paso: declararle mi amor por WhatsApp.
Porque claro, nada dice “romanticismo moderno” como un “te
amo” escrito en Arial 12, sin acentos y con un emoji mal puesto.
Estaba nervioso, pero convencido. Le di mil vueltas al
mensaje, lo reescribí más veces que un guión de telenovela, y al final mandé
esto:
“No sé si sea el momento, pero lo siento desde hace rato: te
amo. No tienes que responder nada, solo quería que lo supieras ❤️”
Perfecto. Preciso. Poético.
Y justo después de darle "enviar", sentí esa
adrenalina rara… esa mezcla de “ya no hay vuelta atrás” con “Diosito, que el
WiFi se caiga”.
Segundos después… aparece el doble check azul. Silencio
total. Y luego, lo impensable:
“Hola... ¿Eres el hijo de Toño el electricista? 😳”Ese
hombre siempre fue muy enamoradizo”.
¡Horror! Lo había mandado al contacto equivocado. A Doña
Cata, la señora que me vendió una licuadora por Marketplace el año pasado. ¡Una
señora de 58 años con foto de perfil abrazando a un perro vestido de mariachi!
Lo peor: me contestó con un mensaje de voz de dos minutos en
el que me decía que todos necesitamos amor, que ella "ya lo sospechaba
desde que le pedí la licuadora con tanta urgencia", y que oraría por mí en
su grupo de WhatsApp de Oración y Chisme.
Hasta ahí, todo parecía una anécdota de risa con moraleja
celestial...
Pero luego se complicó.
Porque resulta que Doña Cata malinterpretó todo.
Pensó que mi mensaje era una confesión de amor hacia ella, y
desde ese día se soltó como telenovela de las 9:00.
Empezó con mensajitos tiernos tipo:
"Ay, mijito, yo también siento algo bonito cuando
hablamos..."
Pasó a selfies con filtro de mariposa y frases como:
"A veces el amor llega en una licuadora usada."
Y ahora ya me dice "corazón", "mi alma gemela
tecnológica" y me manda canciones de Rocío Dúrcal con dedicatoria.
Un día me mandó una foto con una taza que decía “El amor no
tiene edad… ni devolución”.
Intenté aclararlo:
"Doña Cata, fue un error, el mensaje no era para usted,
le pido una disculpa."
Pero me respondió:
"No niegues lo que tu corazón ya gritó… ¿o fue tu
pulgar tembloroso?"
Desde entonces, vivo en modo incógnito. Le bajé el brillo al
celular, silencié su contacto, y cuando veo que me llegan tres audios seguidos
con stickers de piolín romántico… tiemblo.
Y el crush del gym… nunca supo nada. Nunca le mandé el
mensaje real, porque después de eso me sentí emocionalmente desinstalado como
Windows pirata, y además ocupado huyendo del amor no solicitado de Doña Cata.
Lo bueno: Bueno… si alguna vez me falta amor, sé que al
menos hay una señora con fondo de perfil religioso y pasión ardiente por los
errores románticos dispuesta a ofrecerme su corazón...
Y su receta de gelatina de mosaico.
No hay comentarios
Publicar un comentario