Don Carmelo y el discurso que no era suyo
Don Carmelo fue invitado a dar un discurso en la inauguración de una biblioteca rural. Como siempre anda con prisa (o más bien, como siempre improvisa), le pidió a su asistente que le imprimiera unas palabras “bonitas y formales” para la ocasión.
Llega al evento, saluda a todos con su sonrisa de campaña (aunque ya pasaron tres años), y sube al podio con un papel en mano que ni revisó.
—“Buenas tardes a todas y todos los estudiantes. Hoy es un día histórico. Estamos aquí para entregar esta obra deportiva que fortalecerá el espíritu competitivo y la salud física de nuestros jóvenes…”
Silencio. Murmullos.
—“…una cancha de pasto sintético que sin duda cambiará el rumbo de esta comunidad...”
Desde el fondo, una señora grita:
—¡Señor, esto es una biblioteca! ¡No hay ni pasto, ni cancha!
Don Carmelo se pone rojo, revisa el papel con los ojos entrecerrados… y murmura:
—Ups... me trajeron el discurso de la unidad deportiva de ayer.
Intentando salir del embrollo, improvisa:
—Bueno, bueno… leer también es un deporte… mental. ¡Así que a entrenar, muchachos!
Y sin más, bajó del escenario entre risas contenidas, caras confundidas… y un niño que le gritó:
—¡Póngase lentes, Don Carmelo! ¡Y lea más, como nosotros!
¡Cualquier parecido con un caso real es mera coincidencia!
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