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"El Plomero y el Desastre Acuático"

 "El Plomero y el Desastre Acuático"


Don Ramiro era un plomero con más años de experiencia que herramientas en su caja. Se había enfrentado a tuberías oxidadas, drenajes rebeldes y llaves de agua que parecían tener vida propia, pero nada lo preparó para la misión que le esperaba aquel fatídico martes.

Una señora muy elegante lo llamó desesperada porque su lavabo "chorreaba como cascada en plena selva tropical". Al llegar, Don Ramiro, con su infalible cinturón de herramientas y su gorra medio ladeada, inspeccionó el problema y diagnosticó con autoridad:

—¡Esto se arregla en cinco minutos!

Con la seguridad de quien ha domesticado cientos de tuberías rebeldes, cerró la válvula principal, sacó su llave inglesa y comenzó su trabajo. Todo iba bien hasta que, en un momento de inspiración (y exceso de confianza), decidió probar si la válvula realmente estaba cerrada... ¡abriendo la tubería con un giro firme y decidido!

Lo que siguió fue digno de una escena de película: un chorro de agua a presión salió disparado directo a su cara, elevando su gorra por los aires como un cohete espacial. En cuestión de segundos, el baño entero parecía un parque acuático.

—¡Señora, traiga un salvavidas! —gritó mientras intentaba frenar la catástrofe, resbalándose con el jabón que flotaba a la deriva.

La dueña de la casa, en un intento de ayudar, corrió a buscar una toalla, pero en su pánico terminó trayendo un mantel de la cocina. Don Ramiro, ya empapado y con el cabello pegado a la frente como personaje de telenovela dramática, logró finalmente cerrar la válvula, aunque el daño estaba hecho: el baño tenía más agua que una pecera gigante y él parecía haber sobrevivido a un tsunami.

Cuando el desastre terminó, la señora, entre risas y disculpas, le ofreció una taza de café y un cambio de ropa del esposo. Don Ramiro, secándose con lo primero que encontró (que resultó ser una cortina), suspiró y dijo:

—¡Al menos hoy el trabajo incluyó un nado gratis en el Golfo de México!

Desde ese día, la historia del "plomero tsunami" se volvió legendaria en el vecindario. Y aunque Don Ramiro siguió arreglando tuberías con maestría, jamás volvió a decir que algo se arreglaba en cinco minutos. ¡Por si acaso!

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