El gran aquelarre Prosperista en Navojoa: Una parodia política entre lágrimas y carcajadas
En Navojoa, donde las reuniones políticas se parecen más a
telenovelas que a foros de discusión, se llevó a cabo el tan esperado encuentro
de los militantes de Morena. El objetivo, en teoría, era fortalecer la 4T, pero
en la práctica, parecía más una pelea de gallos sin espolones. Con la Dirigente
Estatal de Morena, Judith Armenta, como testigo de honor, la función comenzó
con un guion mal disimulado: atacar a Jorge Alberto Elías Retes y, de paso,
entronizar a Próspero Valenzuela Muñer como el mesías de Navojoa.
Desde el inicio, el ambiente estaba cargado de dramatismo.
En un rincón, los llamados “auténticos morenistas” sacaban rosarios políticos y
se persignaban ante una foto de Andrés Manuel López Obrador, asegurando que
solo ellos encarnaban la verdadera esencia de la transformación. Cual
inquisidores modernos, se dedicaban a señalar a los que no pertenecían a su
club exclusivo de iluminados, tachándolos de oportunistas con la misma
solemnidad con la que se dicta una excomunión.
Apareció en escena la secretaria del Diputado Próspero
Valenzuela, quien, con tono de villana de telenovela, declaró: "Los
funcionarios del gobierno municipal no son auténticos morenistas". El
público, que esperaba una reunión pacífica, quedó en shock. Pero la cosa apenas
comenzaba. Julio Duarte Ruiz y Néstor Duarte exigieron que Morena saliera a las
calles, lo que provocó que alguien del fondo gritara: "¡Pues si ya estamos
en la calle, nomás falta que nos avisen para dónde vamos!". Rubén
González, mientras tanto, aprovechó la indignación colectiva para ofrecer
amparos contra el predial con un "precio de amigo".
En el rincón de los nostálgicos, Guadalupe Morales, el
controversial ex Secretario del Ayuntamiento en tiempos de Rosario Quintero,
miraba con nostalgia el caos y murmuraba: "En mis tiempos, lo hacíamos con
más estilo". Mientras tanto, algunos ex regidores, que parecían extras de
una película de zombies políticos, rondaban buscando a quién morder para ver si
podían colarse en la próxima elección.
Cuando Judith Armenta intentó tomar la palabra y encarrilar
la reunión, ya era demasiado tarde. El aquelarre se había salido de control.
Intentó recordarles que la unidad era la clave, pero en ese punto era como
pedirle a un grupo de gatos en una caja que se alinearan en fila india. Entre
indirectas, golpes bajos y discursos de autoayuda disfrazados de arengas
políticas, quedó claro que la política había quedado en segundo plano y que la
verdadera meta era medir quién tenía el ego más grande.
Al final, cuando todo terminó y la gente se retiró, quedó
flotando en el aire la sensación de que la gran estrategia de Próspero
Valenzuela había salido como un globo de feria mal inflado: mucho ruido y poca
elevación. Lo que pretendía ser un golpe maestro contra Jorge Elías terminó
convirtiéndose en un reality show involuntario, donde los protagonistas
quedaron como los antagonistas de su propia historia.
Entre risas forzadas, caras largas y murmullos indignados,
los asistentes se fueron a casa con dos certezas: la primera, que el verdadero
enemigo de Morena no es la oposición, sino su propia telenovela interna; y la
segunda, que si van a seguir con este tipo de espectáculos, por lo menos
deberían vender boletos.
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