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El asno, la zorra y el león: un final inesperado


 

El asno, la zorra y el león: un final inesperado

En un bosque lleno de rumores y chismes, vivían un asno y una zorra que, aunque no eran los más brillantes de la fauna, sí eran expertos en buscar problemas.

Un día, decidieron abrir un negocio de turismo de aventura. “Conozco la selva como la palma de mi pata”, dijo la zorra con su clásica labia de vendedora. “Y yo tengo un vozarrón que atraerá a los clientes desde kilómetros”, agregó el asno con entusiasmo.

El problema fue que su primer cliente resultó ser nada menos que el león, el rey del bosque, quien llegó con una sonrisa afilada y preguntó hambriento: “¿Incluye almuerzo en el paquete?”.

La zorra, que tenía reflejos más rápidos que su ética, vio la oportunidad de salvarse y susurró al león: “Si me dejas ir, te entrego al asno. Es una oferta todo incluido: carne y entretenimiento gratuito, porque, créeme, es un chiste andante”.

El león aceptó el trato y la zorra, con toda la amabilidad del mundo, llevó al asno a un “mirador exclusivo”, que en realidad era un pozo profundo. “Desde aquí tendrás la mejor vista del bosque”, le dijo con una sonrisa que olía a traición.

El asno, emocionado por la idea de inaugurar el primer mirador de su negocio, saltó sin dudar y quedó atrapado. La zorra, creyendo haber cerrado el trato del siglo, se volteó para recibir su premio… solo para encontrar al león relamiéndose los bigotes y sus colmillos babeantes.

“Gracias por el aperitivo”, dijo el león mientras atrapaba a la zorra de un zarpazo. “Pero en mi dieta siempre hay espacio para el postre”.

Cuando todo parecía perdido, el asno, aún atrapado en el foso, comenzó a rebuznar tan fuerte que el león y la zorra se taparon los oídos. El sonido era tan insoportable que los árboles empezaron a perder hojas y las aves emigraron antes de tiempo. El león, completamente aturdido, se tambaleó y cayó al pozo también.

La zorra, viendo la oportunidad de su vida, gritó: “¡Espere, su majestad, puedo ayudarlo! Pero necesitaré... un pequeño adelanto en carne.”

El león, desesperado por salir del foso, accedió sin pensar y le lanzó un trozo de su propia melena. La zorra, con una sonrisa maliciosa, recogió la melena y huyó a toda velocidad, gritando: “¡Ahora tengo la cabellera real, soy la nueva reina del bosque!”.

El asno y el león se miraron, atrapados en el pozo.

“Bueno… ¿y ahora qué?”, preguntó el león.

“Yo qué sé, yo solo quería inaugurar mi primer mirador”, respondió ingenuo el asno.

En otras circunstancias, el burro hubiese servido como delicioso alimento, pero el león, se preocupaba más por salir de la trampa, trepó al lomo del burro y desde ahí pudo salir del pozo.

El burro, aunque atrapado, se salvó de ser devorado, el león fue en busca de la zorra y hasta este día sigue persiguiéndola.

Moraleja: A veces, el más astuto no es el que traiciona, sino el que sabe cuándo correr, y a toda velocidad.

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